¿Por qué el Gobierno detona el conflicto con Aerolíneas e Intercargo y pretende convertirlo en un caso testigo del disciplinamiento hacia los trabajadores a quienes encajona en un callejón sin salida?

Cuando en un conflicto se utiliza una institución legal, como la conciliación obligatoria, es para encontrar una solución. No para dilatar los tiempos y volver a poner a los trabajadores en la misma situación que antes de empezar la medida de fuerza.

Esto lo vivimos en la década del 90. “Ramal que para, ramal que cierra”. De aquellas destrucción del patrimonio público y el sistema de transporte hay documentos escritos por el Banco Mundial que guiaban a los gobiernos sobre cómo incentivar la conflictividad con el personal de las compañías del sector público para favorecer los procesos de privatización. Está escrito. Y el gobierno de Javier Milei, que de novedoso ya no tiene nada, lo está aplicando al pie de la letra.

A lo sumo, puede llamar la atención la impiadosa decisión de utilizar, ellos sí, como rehenes, a los trabajadores. Es una forma, además, de que muchos empleados que son codiciados por otras empresas que compiten con Aerolíneas, por su conocimiento profesional, por su capacidad, sean tentados para irse de la empresa, que es lo que está pasando ahora. Porque para privatizar a bajo costo, no necesitan sólo de un decreto, requieren también del vaciamiento.

Los números que se expusieron en el Congreso de la Nación sobre las cuentas de Aerolíneas no coinciden en absoluto con los que manifiesta el Poder Ejecutivo. Hay enormes diferencias.

Una sociedad que ya vivió las consecuencias nefastas de un proceso de privatización diseñado en función de los poderosos intereses privados no puede tener la ingenuidad ni la fe religiosa en la transparencia del mercado como para entregar por segunda una línea aérea de bandera a los negocios de personajes, vinculados algunos, incluso laboralmente, a quien hoy gobierna la Argentina.

Sabemos que detrás del Decreto de Milei para la privatización de Aerolíneas Argentinas están Alí Babá y los 40 ladrones. ¿Vamos a tropezar dos veces con la misma piedra? ¿O es que no conocemos el robo y la estafa que fue la privatización de Aerolíneas?

Los titulares de la prensa de aquella época dan cuenta con elocuencia de cómo terminó esa experiencia privatizadora.

Aquí citamos algunos: “Casi no hay vuelos entre provincias (abril 2007); “Preocupación en Mar del Plata por la falta de vuelos”; “No se usa casi la mitad de los aeropuertos”; “Sin servicio aéreo en dos provincias”; “Cae la cantidad de viajeros a la Patagonia por falta de vuelos”; “Santa Rosa fuera de ruta”; “Por falta de vuelos más pasajeros optan por el transporte terrestre”; “Malestar por demoras en Aerolíneas”; “Diputados denuncian a Aerolíneas”; “Piden investigar a Aerolíneas”. Así terminó el proceso de privatización menemista que Milei considera el mejor gobierno de la historia.

Más acá en el tiempo, tenemos otro ejemplo en la política de “cielos abiertos”. El informe de la Auditoría General de la Nación sobre la política aerocomercial implementada entre el 2016 y el 2019, la famosa política de “la revolución de los aviones”, es lapidario. No se cumplieron las metas de incremento de pasajeros totales ni por aeropuertos. No se incorporaron de manera significativa nuevas terminales aéreas. No se aportó mayor conectividad. La mayoría de las nuevas líneas aéreas habían dejado de operar para finales de 2019, cuando se fueron con todos los dólares ganados. Se otorgaron rutas aéreas a empresas que no reunían requisitos legales. No se controló la capacidad económico financiera de las nuevas compañías. La Administración Nacional de Aviación Civil, (ANAC), no auditó el cumplimiento de los planes de negocio.

Este informe surge nada más y nada menos que de ANAC.

Tenemos la obligación de evitar que se vuelva a abrir la puerta de un proceso de estafa y de saqueo al patrimonio nacional de los argentinos, del cual forma parte Aerolíneas Argentinas.

Alguna vez en nuestro país tendrán que rendir cuentas y terminar en la cárcel los responsables de empujarnos una y otra vez a este tipo de robos al patrimonio nacional para que muchos de los que hoy se creen impunes empiecen a pensar que es el destino que les espera.

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