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El aumento del salario mínimo y su impacto para las trabajadoras

, por Estela Diaz

¿Cuánto es doce años en un proceso histórico? Desde la perspectiva de occidente es poco tiempo. Para los chinos sería actualidad pura. Desde lo personal es bastante una década, puede llegar a ser un 15% de tu vida. Algunas personas discuten que se siga recordando los 90 o la crisis del 2001, pero lo cierto es que forma parte de la honestidad intelectual mirar la situación económica, social y laboral actual, desde una perspectiva de la historia reciente.

Diría la Presidenta, Cristina Fernández, por lo menos desde el espejo retrovisor; el que nos muestra las consecuencias del neoliberalismo: más de diez años sin aumentos salariales, un salario mínimo de 200 pesos, 24% de desocupación que impactaba promoviendo informalidad y reducción salarial, convenios colectivos a la baja, entre otras lindezas.

Desde el 2003 la historia que se viene escribiendo es otra. Por eso resulta ineludible reconocer la importancia del aumento sostenido durante doce años del salario mínimo vital y móvil. En especial se destaca el aumento superior al 2900 % en el período 2003-2015. Lo central no pasa por el número concreto de personas alcanzadas, sino por su papel regulador de los aumentos salariales para todos los trabajadores y trabajadoras formales. A la vez que contribuye a construir un contexto de debate público en relación con la necesidad de actualización salarial, que repercute en el conjunto del mercado laboral, incluso el trabajo informal.

En especial vale poner el foco en un aspecto concreto que en general no es analizado. Podemos afirmar que esta medida tiene efectos positivos en particular para las mujeres trabajadoras. Porque somos justamente las que más sufrimos la informalidad laboral y las que estamos sobre representadas en los sectores de menor remuneración, en los que es mayor la incidencia y alcance de este debate. Porque además esta medida no se hace sola, sino en el marco de un conjunto de políticas desarrolladas desde la centralidad puesta en el empleo. Como es la asignación universal por hijo, la jubilación universalizada, los programas como el REPRO de protección contra despidos o el PROCREAR, que genera puestos de trabajo y dinamiza el mercado de la construcción. Por supuesto que la negociación colectiva es la otra gran protagonista de este debate, con más de 1300 convenios acordados anualmente, como fuerte dinamizador en favor de la distribución de la riqueza. Incluso en contextos de crisis internacional, como el que vivimos hace ya más de 7 años.

El ámbito del Consejo del empleo, la productividad y el salario ha posibilitado cumplir la Ley vigente para fijar el Salario mínimo, pero no sólo eso. Porque allí se han discutido otros temas, como la creación del observatorio del empleo, que ha puesto el centro en la construcción de un diagnóstico preciso de la situación laboral, pero sobre todo avanzar en el límite a las tercerizaciones y la adecuación de las herramientas para combatir la informalidad laboral. Falta lograrlo, pero la profundización de este recorrido es el que permitirá avanzar con los temas pendientes.

Esto ha sido posible por la decisión política de un gobierno que puso desde el principio el eje en el trabajo, como organizador social y personal. Pero además porque nuestro país cuenta con uno de los niveles de sindicalización más elevados a nivel regional y mundial. Sabemos que hay debates pendientes respecto a las organizaciones sindicales, la libertad y la democracia sindical, que incluyen incorporar a los jóvenes y las mujeres como protagonistas en las estructuras y en la toma de decisiones. Para dar cabalmente cuenta de los cambios profundos que han ocurrido en el mundo laboral, no siempre expresado en las cúpulas sindicales. Por eso se equivocan algunos dirigentes sindicales, cuando dejan de lado lo que efectivamente deben representar, para discutir intereses de carreras personales o políticas de oposición. Caen así en las críticas sin sentido o con criterios que no responden a las necesidades de las y los trabajadores. Nos gustaría a todos y todas vivir en el país de las maravillas, donde no sea ni siquiera necesario discutir un salario mínimo porque esté más que superado, pero sabemos que eso es sólo posible en el maravilloso texto de Lewis Carol. Esta es la Argentina real, donde seguimos discutiendo ampliación de derechos.

Estela Díaz

Secretaria de Género CTA

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