El discurso de Milei en Rosario vuelve a dejar en claro que está absolutamente desconectado de los problemas reales de la Argentina: los despidos, la caída de los salarios, el cierre de Pymes, el desplome de la industria y el comercio, todo aquello que es consecuencia de sus políticas que están convirtiendo a la Argentina en un país cada vez más empobrecido.

Ajeno a esa realidad, el primer mandatario, de paso por Argentina, entre paseo y paseo por los foros de la ultraderecha mundial, habla con grandilocuencia de dar vuelta a la página y de empezar una etapa de prosperidad.

Para eso propone firmar el pacto de mayo en el mes julio. La AmChan (Cámara de Comercio de los EE.UU. en Argentina) y el FMI, son quienes, en línea con el Poder Ejecutivo, instan a los diputados a aprobar el texto original de la Ley Bases o de Saqueo. Si ese deseo imperial se hiciera realidad, sería mucho más coherente que el pacto, que pretende firmar el 9 de julio en Tucumán se firmara el 4 de julio en la Embajada Norteamericana.

Como si fuera poco, Milei se quiere apropiar de la desobediencia que mostró un patriota como Manuel Belgrano cuando izó la bandera a contrapelo de lo que le ordenaban desde el poder de Buenos Aires el 27 de febrero de 1812. La desobediencia de Belgrano se alzó contra los mismos poderosos que hoy sostienen a Milei. Fue un acto de valentía en pos de la independencia respecto del poder imperial. En cambio, la incorrección sobreactuada de este presidente es funcional a la entrega total de la soberanía y los recursos naturales.

La figura de Belgrano en la boca de Milei resulta tan bastardeada como la palabra libertad. Cada vez que la pronuncia, le arrebata un pedazo de sentido. Un dirigente político como él, que reprime y encarcela a la gente por ejercer sus derechos, que usa la violencia estatal para castigar a quienes participan de protestas, endilgando delitos gravísimos sin pruebas ni evidencias, un topo que dice querer destruir el Estado mientras en realidad lo convierte en un inmenso aparato policial, no puede usar la palabra libertad sin mancharla con el cinismo de sus actos.

El pueblo argentino sabe que “para ganarse la libertad no hay que pedir permiso”. Y más temprano que tarde se lo terminará demostrando al presidente más autoritario desde la recuperación de la democracia.

(*) Es el secretario general de la CTA-T, y diputado nacional por la provincia de Buenos Aires e integra el bloque del Frente de Todos.

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