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A 14 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López

, por Secretaría de Derechos Humanos CONADU

El 18 de septiembre se cumplirán 14 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López. Un orgullo tener en este Boletín de DDHH de CONADU las palabras de la Compañera Guadalupe Godoy, abogada y militante por los DDHH. Participó en el juicio contra Etchecolatz patrocinando a la AEDD, Nilda Eloy y Jorge Julio López, como parte del colectivo Justicia Ya, espacio de coordinación de querellas para los juicios.

LÓPEZ

Durante estos años, cuando empieza septiembre, empiezo a prepararme para la pregunta “¿y cómo va la causa? Pregunta que cada vez tiene respuestas más escuetas. Pero López es, para quienes participamos de ese primer juicio después de la anulación de las leyes de impunidad, mucho más que una causa. Así que quisiera recordar esas cosas.

Lo conocí poco antes de empezar el juicio en la Confitería Modelo de La Plata. Un sábado, con Nilda Eloy, para charlar sobre el inicio del juicio. Llegué unos minutos después, cosa que no le gustó nada. Supe ahí la profunda emoción que le generaba cada mención a Patricia Dell´Orto y Ambrosio De Marco, pareja de jóvenes militantes que iban a la Unidad Básica “Juan Ramón Maestre”. Tenía curiosidad por saber si Etchecolatz iba a estar presente cuando declarara y si podía decir que había colaborado con los Montoneros. Seguía obsesionado por los lugares de Arana que había mencionado en 1999, en su declaración en el Juicio por la Verdad, como lugares donde enterraban a los detenidos-desaparecidos.

Nilda le decía “el viejo”. Era lógico, teniendo en cuenta que ella tenía 19 años cuando fue secuestrada y López, 46. Yo también le decía así, y cuando desapareció por segunda vez, me costaba el “Jorge Julio” o “Julio Jorge”, porque para quienes lo conocíamos como testigo y querellante, era y es El viejo López.

Nos contó sobre su participación en un misterioso proyecto atómico, cosa que me pareció un tanto delirante. Años después, Werner Pertot y Luciana Rosende en su libro “Los días sin López”, reconstruyeron que, cuando hizo el servicio militar obligatorio, estuvo en Junín de los Andes, asignado al Proyecto Huemul, una loca idea de construcción de central nuclear durante el gobierno de Perón.

El día que declaró fue inolvidable por muchas cosas. En la antesala estuvo con Adriana Calvo y con ella otro sobreviviente, Víctor. En ese primer juicio, no había programas de contención ni acompañamiento. Adriana estaba muy movilizada, con temor de olvidarse del nombre de algún compañero o compañera y enojada porque un policía que entró a la sala de espera a pedirles los datos, les dijo que “solo venían a contar una parte de la historia”. López, en cambio, estaba tranquilo.

De su testimonio, recuerdo vívidamente dos cosas: la primera, cuando contó su conversación con Patricia Dell´Orto y el mensaje que ella le dejó para su hija Mariana, mientras la familia de Patricia escuchaba. Se le quebró la voz y le acercaron agua. Y dijo “No se aflijan los chicos que están, me vinieron a acompañar». Me provocó una ternura infinita que, en ese momento tan intenso del testimonio, su preocupación estuviera puesta en sus hijos.

La segunda, cuando el fiscal le preguntó “usted a qué se dedicaba”, pretendiendo que le contara su profesión. López interpretó que se refería a qué hacía en su militancia. Y contestó “¿Saben qué hacía Patricia Dell´Orto y otras chicas, como Mirta Manchiola…?. Se dedicaban a cuidar chicos, a darles de comer. Y cuando nadie los apoyó iban con los chicos de la universidad, con la Juventud Peronista, iban de pie si era necesario, en micro, para llevarles cosas a los chicos… Iban todos los días al barrio. … Ellas llevaron a los chicos del barrio a Mar del Plata, los hicieron conocer lo que era un mar, lo que era bañarse en un mar, a todos los chicos medio desamparados. Estas 4 o 5 mujeres… Esas son mujeres de oro. Y estos asesinos las mataron sin piedad… Yo cooperaba con los Montoneros, yo se lo digo derecho, yo no me saco la venda de los ojos. Cooperaba con ellos porque fueron los únicos valientes que le hicieron frente a 240 mil tipos, entre ellos policías, soldados, marinos, prefectura, gendarmería, que cooperaban todos. Fueron los únicos seis mil tipos que salieron a la calle. Y con orgullo se lo digo, con orgullo. Y si no, júzguenme, porque fueron unos cuanto pibes que salieron a defender a la gente.”

Nos dejó sin palabras esa hermosa reivindicación de una generación militante.

Después, recuerdo lo feliz que se sentía de haber declarado y que sus hijos hubieran estado allí. Solo me reprochó que Etchecolatz no había estado presente. Participó en todos los reconocimientos (lo íbamos a buscar a la esquina de la casa, no quería preocupar a la familia, nos decía). A mí me tocaba “acompañarlo” en Comisaría 5ta, porque siempre tiene un profundo impacto para las y los sobrevivientes ingresar al lugar donde permanecieron secuestrados.

Pero la experiencia de ingresar a un centro clandestino me sobrepasó y cuando me recuperé lo vi a López que contaba su paso por el lugar. Poco después el juez Carlos Rozanski le dijo, en tono de broma: “Pare de recordar, López”, mientras todos reíamos. A pesar de lo tremendo del momento, eso que luego aprendimos a definir como “reparador”, estaba ahí latente.

Estuvo también en el reconocimiento al CCD Arana, donde años después el Equipo Argentino de Antropología Forense hizo los hallazgos que le daban la razón, cuando afirmaba en sus declaraciones que en ese lugar enterraban cuerpos y los calcinaban; y en el de la Comisaría 8va.

El 18 de setiembre no llegó al Salón Dorado de la Municipalidad, cuando teníamos que alegar en su nombre y decir que queríamos que a Etchecolatz se lo condenara por genocida.

Su sobrino Hugo, sus hijos, Pastor Asuaje y Gerardo Dell´ Oro salieron a buscarlo, Nilda un rato después, mientras alegábamos, fue a presentar un habeas corpus.

Adriana Calvo, Nilda Eloy y toda la AEDD tuvieron la claridad necesaria para, esa misma noche, afirmar que el compañero estaba desaparecido. “Nuestro compañero Julio López, ex detenido-desaparecido, testigo y querellante en el juicio oral que está llevando a cabo contra el represor Miguel Osvaldo Etchecolatz, se encuentra con paradero desconocido desde esta mañana. Julio tiene 76 años, testimonió sobre su secuestro, sucedido en octubre de 1976, llevado a cabo por una "patota" que integraban, entre otros, Etchecolatz. Estuvo detenido-desaparecido en los centros clandestinos Destacamento policial de Arana, "Pozo de Arana", y Comisaría Quinta de La Plata. Debía presentarse esta mañana para presenciar los alegatos de las querellas contra el represor en el edificio de la Municipalidad de La Plata, y al no comparecer se descubrió su ausencia desde muy tempranas horas. Ante esta situación, que se prolongó durante todo el día, se realizó la presentación de un Habeas Corpus, denuncias en diferentes organismos estatales y medios de comunicación, y se está llevando a cabo una ardua búsqueda en la ciudad de La Plata. Solicitamos ayuda e información sobre su paradero. ASOCIACIÓN DE EX DETENIDOS-DESAPARECIDOS”.

Después se sucedieron la sentencia, el reclamo de aparición con vida, irrumpiendo en las plazas del país, y la consigna “Sin López no hay Nunca Más” en todas las paredes de la ciudad, la búsqueda, la certeza de por qué y para qué hay que hacer los juicios y terminar con la impunidad del genocidio.

López siguió presente en cada juicio. Volvió a verse su imagen y escucharse su voz en el juicio Circuito Camps. Y esta vez Etchecolatz, que aún pasa su vida en la cárcel, lo tuvo que escuchar y volvió a ser condenado por sus palabras.

Nosotres seguimos reclamando que su segunda desaparición no quede impune.

Guadalupe Godoy
Abogada, militante de la LADH.
Participó en el juicio contra Etchecolatz patrocinando, a la AEDD, Nilda Eloy y Jorge Julio López, como parte del colectivo Justicia Ya, espacio de coordinación de querellas para los juicios.

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