Recuerdos de Junio
La “Gallega”, como le dicen quienes mucho la quieren y la conocen, en realidad es argentina hasta el caracú pero hija de un asturiano. Siempre cuenta anécdotas, ella, de aquel asturiano anarquista y se emociona con las remembranzas. Quizás por ello, por esas cosas de mantener viva la memoria, la “Gallega” reenvió a sus amigos un correo, sin saber que allí, en ese texto urgente, también latía el pulso de lo porvenir.
Mary Sánchez, la “Gallega”, legendaria dirigente sindical de los maestros quiso, con ese correo, que este junio lloviznado de cenizas volcánicas no se sumergiera en el olvido. Ahí, en ese mensaje lacónico, el pasado espectral se multiplicaba en imágenes que las pocas palabras no hubieran podido describir. Vale, pues, citarlo: “16 de junio de 1955: bombardeo a la Plaza de Mayo para derrocar al gobierno del Gral. Juan Domingo Perón (350 muertos y 2000 heridos); 9 de junio de 1956: fusilamiento de civiles y militares en José León Suárez; 12 de junio de 1956: Carta del Gral. Juan José Valle a Aramburu: Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada".
¿Cuántos hechos más serían necesarios para que junio no quedara en el olvido? Probablemente ninguno porque aquellas fechas, lugares y personajes de la historia reciente de los argentinos son elocuentes por sí mismos. O tal vez, a modo de homenaje y reconocimiento a todos los periodistas honestos –ya que anteayer se celebró su Día- también valga recordar que un 27 de junio, pero de 1969, la policía del dictador Onganía asesinaba en la calle Anchorena a Emilio Jáuregui, secretario general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa y novel militante del partido Vanguardia Comunista. Sus restos fueron despedidos, entre otros, por Eduardo Jozami, periodista igual que Emilio y actual director del Centro Cultural Haroldo Conti.
Nombres. Lugares. Fechas. La memoria de aquellos junios, en un camino inverso al que recorren las hojas de aquellos otoños, se eleva para descifrar las claves de este presente y, al hacerlo, dibuja el mañana. Suele decirse que el futuro es una conquista porque, lejano e imperceptible, reclama una épica para alcanzarlo. Pero esta vez no o, por lo menos, no es así en el correo que la “Gallega” envió a sus amigos. La remembranza de aquellos hechos, a diferencia de otras oportunidades, no está enclavada en la imperiosa necesidad de resistir, de defenderse; no son recuerdos que, como estandartes, es preciso agitar para no caer en el desánimo ni en las profundidades de una derrota siempre presente y posible. Por el contrario, aquí la memoria reconstruye aquello que fue arrancado a sangre y fuego, como la noción de futuro por ejemplo. Hay, en esta memoria, una reconquista del mañana; el porvenir reconquistado como signo de la nueva época histórica que se vive.
Los largos y penosos años de resistencia han dado lugar, por la conjugación de múltiples factores y circunstancias, a este presente que se empeña, cada día, en balbucear las sílabas de la esperanza. Los movimientos sociales, los trabajadores organizados, las mil y una formas de nucleamiento popular que transitaron el desierto del neoliberalismo, resignificados a partir de 2001 y definitivamente transformados desde 2003, se aprestan a ingresar al nuevo escenario que vendrá tras octubre. Pero no serán ellos solos quienes se adentren; estarán también sus enemigos inveterados, atentos siempre al menor desliz y al mínimo descuido para volver a sus posiciones dominantes.
La reconquista del futuro, esto que late en el cotidiano de millones de argentinos, que los impulsa desde la impensada épica del “Nunca Menos”, supone, sin embargo, una disputa inexorable. No es un tránsito lineal del hoy para el mañana aunque la victoria previsible en octubre, desde éste y los junios pasados hace tantos años, pueda crear la ilusión de que será un camino liso, recto, uniforme y tranquilo. La memoria ha venido también como llamado de atención para impedir la autocomplacencia y el conformismo, para levantar las barreras de lo posible y advertir que, más allá de ellas, el sendero es el de la porfía y el compromiso.
Uno de los destinatarios del correo reenviado por la “Gallega”, el poeta Daniel Freidemberg, pudo expresar en una única frase lo que a este columnista le llevó todo un artículo. Luego de leer el fragmento de la carta del Gral. Valle a su asesino, Freidemberg tecleó en su máquina: “Saber que pueden existir personas como