Por Carlos Girotti* Hay dimensiones que escapan, incluso, a las más afiebradas de las fantasías humanas. Tan inasibles son que su escala pareciera pertenecer a un mundo extragaláctico en el que, la mera noción de medida, por ejemplo, no encontraría parangón posible en ninguna referencia terráquea.

Es el caso del llamado Syngenta Group, inesperadamente introducido en la cotidianeidad argentina por la decisión presidencial de designar como su Jefe de Asesores a Antonio Aracre, exCEO de la filial local de ese megaconglomerado empresario.

La compañía Syngenta AG data del año 2000, a partir de la fusión de las divisiones agroquímicas de la suiza Novartis y la británico-sueca AstraZeneca. Sin embargo, a partir de 2017, este conglomerado productor y comercializador de semillas, nutrientes, pesticidas, insecticidas y otras mercancías para la agricultura, y sus cuatro divisiones asentadas en Chicago, Basilea, Tel Aviv y Shangái, pasó a ser propiedad de ChemChina, la China Chemical National Corporation que, a la sazón, es el grupo que ocupa el puesto 30 en la grilla de tamaño empresarial del gigante asiático y el puesto 144 a escala mundial. Dicho así puede sonar como un dato más de los innumerables que se encuentran en internet, pero si a esto se le agrega que cuenta con casi 140.000 empleados, que tiene una facturación anual de 67.397 millones de dólares, que además es dueña de la fábrica de neumáticos Pirelli y que para adquirir Syngenta desembolsó 43.000 millones de dólares, entonces la cuestión de las dimensiones adquiere ribetes mitológicos.

Con estos antecedentes resulta del todo inverosímil que Aracre, de buenas a primeras, haya decidido volcarse a la política para así aprovechar su exitosa experiencia empresarial junto al presidente de la Nación Argentina. Para colmo, el exCEO de la filial local de ChemChina no ha tenido mejor idea para iniciar su gestión que anunciar su interés en promover una flexibilización de las condiciones de contratación en el maltrecho mercado laboral de nuestro país. Todavía no logramos acomodar el cuerpo frente a la descomunal ofensiva de la Corte Suprema contra los derechos ciudadanos y la democracia cuando, tal como lo denuncia el prestigioso laboralista Héctor Recalde, Aracre desafía la Constitución al violar la progresividad de los derechos y el principio de Justicia Social sancionado en el artículo 75, inciso 19. Dicen que Aracre ahora se desdijo pero ¿quién le quita lo bailado?

Y después está el caso de Tamim bin Hamad Al Thani, el emir de Qatar que fondeó en estas costas los dos cruceros que alquila a razón de un millón y medio de dólares diarios. Con una fortuna personal estimada en 2500 millones de dólares y administrador omnímodo de la multimillonaria Qatar Investment Authority, este joven monarca -cuya familia rige la diminuta satrapía desde el siglo XIX y siempre fue servicial para británicos y norteamericanos- llegó en visita no oficial, cenó con diez guardaespaldas en un boliche de Villa Crespo y luego se fue a descansar a la suite presidencial del Hotel Llao Llao en Bariloche, tras descender de uno de los aviones de Qatar Airways, compañía de su propiedad. Con sigilo, un helicóptero lo trasladó del lujoso hotel a un destino desconocido que bien pudo ser la “quintita” del magnate inglés Joe Lewis en Lago Escondido, o a Cumelén, en Villa la Angostura, donde ocupa reposeras Mauricio Macri.

Tampoco resulta creíble que Al Thani necesitara vacaciones después del campeonato mundial en sus estadios del desierto. El emir y su familia timbean en la Bolsa de Londres, poseen acciones en la British Airways, son propietarios de las tiendas Harrods y de la joyería Tiffany, han invertido en el Reino Unido más de 50.000 millones de dólares en inmuebles y propiedades diversas, participan de los bancos Credit Suisse y Barclays, y en España porotean con el Corte Inglés, Iberia, la cadena de Hoteles W y en Granada, frente a la Alhambra, adquirieron un terrenito de 6000 metros cuadrados. Diríase que el dueño de la cadena televisiva Al Jazeera ha venido a la Argentina mucho más por Vaca Muerta y el litio que por un mero capricho faraónico. Al ver verás.

Tan dura es la realidad argentina de quienes, a gatas, malviven de la venta de su fuerza de trabajo a cambio de escasos salarios y/o contratos basura, y tan inhumana es la condición a la que son sometidos las y los expulsados del mercado formal de trabajo, que el contraste con estas sorprendentes y simultáneas presencias de megacapitales chinos y qataríes resulta más un alarde pornográfico que una solución a sus necesidades y a las del país.

En la situación actual, en la que todo y cualquier derecho ciudadano puede ser conculcado por la acordada de cuatro jueces supremos y, por ende, en la que la noción de democracia empieza y termina allí donde los escribas del poder mediático lo deciden, resulta imprescindible cuestionar el pretendido “auxilio desinteresado” de los conglomerados empresariales que vienen por los recursos naturales y la absoluta primarización de la economía nacional.

Aceptar la presencia impúdica de los capitales globales, sin críticas ni resistencias de ninguna especie, comporta allanar el camino -con mansedumbre y resignación- al advenimiento de un nuevo bloque de poder que necesitará de un tipo de Estado y una forma de gobierno absolutamente permeables y permisivos a los designios de la rentabilidad y la ganancia a escala planetaria. La ilusión de que es posible humanizar el capitalismo, a contrapelo de aquellos designios dominantes, es un camino de ida hacia una Argentina neocolonial en la que sería enterrado sin honras el horizonte de época que naciera en 1945 con el peronismo.

Por eso, frente a estas avanzadas antipopulares y antidemocráticas materializadas en la no justicia de la Corte Suprema y en las pretendidas embajadas globales de “buena voluntad”, lo que se impone es recuperar lo mejor de la tradición de luchas de los trabajadores y el pueblo argentino, agruparse y pelear con denuedo.

Cuando todo pareciera evidenciar que no es posible transformar nada, más imprescindible es la transformación misma, con nuestra gente al frente y jamás sin ella.

(*) Secretario de Enlace Territorial de la CTA.

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