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Mónica Braña: La fuerza de la solidaridad
Tragedia en Once - 22/02/2012 - Choque de un tren en Once: hay 50 muertos y 676 heridos. La formación del Sarmiento impactó a las 8.32 contra el andén en la estación Once. Mónica Braña es compañera de la Secretaría de Salud del Frente Transversal, y el día del accidente, viajaba en uno de los últimos vagones. Esta es su historia.
-Mónica ¿cómo fue ese día?
A la 7,30 tomé el tren en Merlo. Trabajo en el Área Salud del Frente Transversal y una vez por semana vengo a Buenos Aires para armonizar el Plan Argentina Trabaja y las cooperativas. Nos encontramos en el INAP y ahí trabajamos, distribuimos tareas para el territorio. Era un lindo día. Yo viajaba en los vagones de atrás. Al entrar en la terminal de Once, muchos ya estaban preparados para bajar al lado de la puerta. Y ahí fue el golpe, el ruido. Fue como una avalancha humana y quedamos uno encima del otro.
Cuando podemos levantarnos, veo un chico con un pierna quebrada y una mujer herida. Entonces digo a los que están bien que bajen que dejen lugar para la gente lastimada. Que no levanten al chico, les digo: voy a buscar ayuda. Camino por la vía hacia la cabecera del tren y ahí comienzo a ver que era un desastre: la gente saltaba de los vagones como podía, se apartaba. Cuando llego a los primeros vagones, era terrible: un chico con medio cuerpo afuera; otros apretados contra la ventanilla. Gritos y más gritos. En el aire, olor a terror.
Subo al segundo vagón y un policía está tirando de los brazos a un hombre que quedó entre los hierros retorcidos y las personas. Le digo que no lo haga, porque puede ser peor, por la columna vertebral. Puede tener la columna quebrada. No lo pienso, simplemente es algo que te viene y te dicta. Ves la sangre, estás sobre la sangre pero eso no importa, no importa sino la vida… Había un chico, abajo. ¿Comprende? Un pibe que pudo ya estar muerto pero no puedes pensar sino en la vida. Y tampoco es pensar, ya lo dije. Es ser, ser para quien te necesita…
-…
Una montaña Humana entre fierros…
-…
Disculpe. Por suerte llegaron los bomberos y luego los compañeros del SAME. Verlos fue alivio, como el viento de Dios. Ellos supieron, sabían, entonces organizaron brigadas. Había otra gente, una doctora. No sé el nombre, codo a codo y nunca supe cómo se llamaba. Fuimos sacando los heridos al andén. Había que prepararlos, ponerlos sobre tablas, lo que fuera, pero asegurarse de no hacer mas daño. Luego, llegaron los cuellos ortopédicos. Éramos muchos llevando, dejando en el andén y volviendo a la carrera para ayudar a otros.
-¿Cuántas se salvaron por esta tarea?
No sé. No creo que importe. Lo cierto es que se evacuaron 800 personas en dos horas. Digo personas y me molesta. Eran compañeros, compañeras, hombre viejos, chicos, madres.
-Mónica, ¿qué sentías en ese momento? No lo que piensas ahora ¿qué sentías allí en esa mañana?
De adentro, algo que te dice: para esto te preparaste. Esto es lo que vale ser. Ser solidario es una expresión. Vivir solidaridad es algo que te marca. Es el alma que está en juego y tienes el aviso, de algún lado la mente te dice: esto. Esto soñaste ser.
No es que pensaba. Es sentir. Al margen del dolor y la muerte, verse en el codo a codo con tantos hermanos, sentir que te preparaste para eso, como un mandato, algo muy profundo. Ser solidario, ser el otro cuando el otro te necesita. Y ahora digo, ese es el mundo que soñamos, por el cual venimos luchando.
-Ahora, después, ¿viste las imágenes por televisión, la prensa…?
Sí. Vi. Y mucho no me gustó. No me hubiera gustado ver cómo mostraban a un familiar, un hermano, muerto. Que no tiene defensa, que está inerte. No me gustó mucho. No estaba lo que yo –y otros vivimos -. No estaba la solidaridad, ni el dolor, ni esa hermandad de ser el otro y respetarlo, querer salvarlo. Hay medios que empezaron a vender muertos, a utilizar el accidente. Cierta inmoralidad. La verdad, no me gustó. Me dejó, no sé, indignada.
¿Y ahora, que queda dentro tuyo? ¿Hay imágenes, pesadillas?
Queda esa doctora, arrodillada en la sangre del piso del vagón. Queda una lágrima y no dejar de hacer, de liberar al que está aprisionado. ¿Qué queda? ¿Eso pregunta? Quedan los gritos. En la noche quedan gritos, gente de todas las edades apretados, unos contra otros, sin poder salir. Alguien muerto a tu lado. Una escucha del pánico pero, otra cosa es ver alguien atrapado entre fierros y cuerpos en pánico.
Ahora, cuando tengo cinco minutos, pienso, y pienso que una comprende que para eso se venía preparando –no para un accidente- sino para dar pelea, para dejar atrás el individualismo y ser todos. Que estuviste en medio de la muerte y pensaste en el otro, en ayudar.
-¿Indignada todavía?
Un poco inevitable. Hubo medios que pasaron ese chico en la ventanilla. Lo pasaron y lo pasaron. Ya sabemos, los medios son capaces de intentar borrar la verdad, lo solidario y montarse sobre el odio. Son así. A mí me queda el saber que soy, que somos, y muchos, capaces de ser el otro cuando el mundo se oscurece.
Por Tabaré