Enseñar todo a todos
Nota de opinión de Stella Maldonado, secretaria general de CTERA, publicada el día 30 de junio de 2012 en el Diario Página/12.
Enseñar todo a todos y totalmente era la premisa que guiaba la Didáctica Magna de Juan Comenio, padre de la Pedagogía, allá por el siglo XVII; y ya proponía en aquellos años tener en cuenta las necesidades y particularidades de los estudiantes.
Viene a cuenta remontarse a las raíces de la ciencia pedagógica para comentar la resolución nº 174 del Consejo Federal sobre pautas para el mejoramiento de las trayectorias escolares en el nivel inicial y primario.
La CTERA apoya claramente esta resolución que apunta a la mejora de los aprendizajes y las prácticas pedagógicas y didácticas, teniendo en cuenta la necesidad de contar con criterios que permitan trabajar con grupos muy heterogéneos y respetando los ritmos de aprendizaje que nunca están atados mecánicamente a etapas cronológicas.
No se trata de medidas de inclusión social, aunque la promueven por añadidura, sino de pautas pedagógicas basadas en aspectos psicológicos, cognitivos, epistemológicos y culturales de los niños en sus primeros años de escolarización.
Cada año ingresan a primer grado grupos de niños que tienen cinco años y medio algunos y 6 años y medio otros, que han hecho tres años de nivel inicial o que han cursado sólo un año o ninguno de jardín de infantes. Es absurdo pretender que todos aprendan lo mismo, al mismo tiempo.
Algunos medios han tomado exclusivamente como tema “los chicos ya no repetirán primer grado” insinuando que esto conspira contra la calidad educativa. Recordemos que ya en los años ’60, se trabajaba primer y segundo grado como una unidad organizativa que se denominaba “bloque alfabetizador”, y muchos años antes había una segmentación en primer inferior y primer superior, entendiendo que la complejidad del aprendizaje de la lectoescritura requería distintos tiempos para cada niño. Las políticas falsamente eficientistas y tecnocráticas de los ’90 y el deterioro de la formación docente que se produjo en esa década barrieron esas buenas prácticas de la escuela primaria.
A pesar de que es obvio, vale señalar que estamos en presencia de medidas concretas que requieren condiciones adecuadas para desarrollar trabajo de enseñar: grupos que no superen los 25 niños, con mobiliario que propicie el trabajo grupal, con permanente acompañamiento de los equipos directivos y asesoramiento pedagógico, formación continúa y tiempos para reflexión y revisión de las prácticas áulicas e institucionales que acompañan los dispositivos plantados por la resolución 174.
Lejos de nivelar para abajo como argumentan sectores que opinan con un profundo desconocimiento de la pedagogía, la didáctica y la psicología, este conjunto de medidas impulsan políticas de enseñanza que tienen como prerrequisito la concepción de la educación como derecho social; una educación integral, entendida como la expansión al máximo de las potencialidades y capacidades de nuestros niños para el desarrollo de sus aprendizajes: científicos, artísticos, lingüísticos, sociales, culturales, corporales y emocionales.