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La indígena “loca” que decidió ser dueña de su cuerpo
Damiana y la libertad sexual
Por Tabaré - Perteneciente a la etnia aché del Chaco paraguayo, Damiana fue tomada cautiva de niña, destinada a la servidumbre y terminó internada en el hospicio Melchor Romero. Su “locura” era vivir libremente su sexualidad. Después de muerta, enviaron su cabeza a Alemania para estudiarla y probar su “inferioridad racial”. Recientemente, sus restos volvieron a Paraguay y ahora se conoce la historia de Damiana, cargada de prejuicios, dominación y rebeldía.
Hay dos fotos de Damiana. En la primera puede tener 3 años y corre el año del Señor 1898. Allí, Damiana niña, tiene algo como una pelota entre los deditos de su mano izquierda, una camiseta abierta, la mirada triste o un brillo en sus ojos, como si estuviera por llorar.
El corte de pelo es de hombrecito. Puede que en esa tristeza, de manera inconsciente, ya esté marcando su destino. Destino que comienza cuando sus padres y su grupo de pertenencia de la comunidad originaria de la etnia aché en el Chaco paraguayo, cuatrerean el caballo de un colono y lo carnean por la sencilla razón del hambre y de “identidad cultural” de pertenencia, de la que no hablaremos aquí.
Los colonos salen armados para el escarmiento, cuando encuentran a los salvajes, disparan, consiguen matar dos hombres y herir a una mujer –presuntamente la madre, quién fue rematada a machetazos. Los demás huyen monte adentro. Una niña llora en el mato. La niña es llevada a Sandoa, a más tres leguas de Villa Encarnación y, allí, comienza el cautiverio de la indiecita que bautizan con el nombre de Damiana, ya que el día de la matanza es San Damián.
Segunda foto
En esa Damiana ya es muchacha, preadolescente, posa desnuda de obligue, hay algo en su mirar a cámara, miedo, humillación. El cuerpo presenta una leve inclinación como alguien antes de ser fusilado. Está apoyada en una pared y por el dibujo del friso a la altura púbica, puede ser la pared externa de uno de los pabellones del hospicio Melchor Romero. Puede ser. Pubis y pecado.
¿Cómo llega la pequeña niña aché a ser “paciente” del Melchor Romero? Retrocedamos la crónica: después de la masacre y captura en Sandoa, Paraguay oriental, Damiana es educada por los verdugos y, luego, entregada a los doctores Ten Kate y Charles de la Hitte, del Museo de La Plata. En 1899, la llevan de Villa Encarnación a San Vicente, provincia de Buenos Aires, a casa del doctor Alejandro Korn. Allí reproduce el rol social que tendrán las niñas y mujeres originarias (aún hoy): la servidumbre. Damiana bajo la tutela de la madre del científico.
Científicos, supuestamente abnegados, supuestamente buenos ciudadanos, seguros de que la historia no tiene escondrijos: ellos, los ellos, se sienten dueños de la historia. No existe la duda. Al menos con ese mundo humano que consideran en escala más baja, casi salvaje.
Y desde ese lugar, para la niña el futuro no sólo fue servidumbre, sino objeto etnográfico del científico Lehmann-Nitsche, empeñado en demostrar la inferioridad racial de los originarios y, por esas gambetas que hace la vida, queda asombrado de la captación natural de Damiana del idioma alemán – que se hablaba en casa de Alejandro Korn. Y es el mismo Lehmann-Nitsche quién, siguiendo el registro de la niña durante años, historizando un informe, anota respecto a Damiana que “no hay nada en especial que mencionar hasta que la entrada a la pubertad cambió la situación. La libido sexual se manifestó de una manera tan alarmante que toda educación y todo amonestamiento por parte de la familia resultó ineficaz”.
La familia a la que se refiere son los Korn.
Y agrega: “Damiana considera los actos sexuales como la cosa más natural del mundo y se entrega a satisfacer sus deseos con la espontaneidad instintiva de un ser ingenuo”.
O no tan ingenuo: esto de que “no quiere respetar” es, por el contrario, un gesto, tal vez inconsciente, de resistencia. Y aquí es donde queda en claro el ego conqueror, el ego del conquistador del que habla la socióloga Carla Wainsztok, quien agrega: “Puede decirse que las pedagogías de la dominación vinieron con el conquistador. Pero también podría decirse que a las pocas horas de la acción de esa pedagogía de la dominación, comenzaron las rebeldías en América Latina. La rebelión es la síntesis natural de Damiana a su destino de niña colonizada.
Mi cuerpo me pertenece. Que terrible. Todavía con la inquisición y el nazismo esperando que una pequeña indiecita se atreva y diga: mi cuerpo es mío”.
Mi cuerpo es mío.
¿Salvaje? ¿Ser inferior? Se sabe, toda rebelión tiene precio. Damiana, por ese “vicio” de libertad sexual, es confinada primero en el hospicio Melchor Romero, creado por Korn. No será suficiente. No. Damiana, su mirada, su sentir, sentir la vida desde otra cultura es lo contrapuesto a todo valor de una sociedad reprimida, donde la moral es el acatamiento a las pautas rígidas del conquistador. Y para proseguir el castigo, la muchacha tuvo una última parada. Una casa de corrección de Buenos Aires y, finalmente, llegó su muerte. En 1907, de “una tisis galopante”.
Ni la muerte te salvará de mí. No eres nada, Damiana. Nada. Agarra el serrucho, carnicero, corta esa cabeza.
Sí. Ya muerta Damiana, el doctor Lehmann-Nitsche, director de la Sección Antropología del Museo de La Plata, ordenó que se seccione su cabeza e incluso lamenta en su correspondencia con los maestros alemanes su error, ya que “en mi ausencia el corte del serrucho llegó demasiado bajo". La cabeza de la niña fue enviada como objeto para su estudio al doctor Hans Virchow, de la Sociedad Antropológica de Berlín, y el cuerpo (los huesos, ya que fue deshuesada según la costumbre civilizadora) quedó depositado en el Museo de La Plata. Estos científicos intercambiaban restos humanos y estudiaban rasgos de una raza a la que consideraban –como se dijo- inferior. Allí, en algún lugar de Alemania, su cráneo fue expuesto, su cerebro diseccionado y ahí quedó por más de un siglo con un simple letrerito: “Cráneo de una india guayaqui de frente y perfil”.
¿Fin de esta historia?
Damiana (o la pequeña Kryygi) rescatada
La antropóloga Patricia Arenas y el colectivo GUIAS -una organización autoconvocada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, que integra la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena en Argentina- se encontraron, a fines de los años 90 del siglo pasado, ante el misterio de restos óseos de un cuerpo sin cabeza de una mujer joven. Eso fue el principio. Después, buscando en archivos, fueron remontando la historia de la niña llamada Damiana por sus captores, y allí, ante esa incertidumbre, empecinados en revelar el misterio, encontraron testimonios, fotos, y la intriga de un cuerpo cercenado, sin cabeza. Una india de la etnia Aché.
En los genealogía ancestral, los Aché son un pueblo milenario, trashumante de familia no Tupí -uno de los principales grupos étnicos expandidos por el gran sur brasileño y Paraguay- que los hace distintos. Acaso el atractivo que representó la etnia Aché para los conquistadores –los científicos mencionados- se haya sustentado en la pigmentación blanca de su piel y la presencia de barba en los varones. Se habla de ascendencias vikingas y otros misterios no develados. De esa rama es la niña Damiana -o Kryygi, como la llamaron en su comunidad cuando recibieron parte del cuerpo para enterrarlo según sus ritos y creencias, o sea, La niña –, la muchacha sin cabeza.
Búsqueda y recuperación
Una vez reconstruida la historia, el objetivo que se plantearon los antropólogos –ya en contacto con los referentes originarios de la nación Aché, unas 300 familias que habitan en Paraguay- fue la recuperación de la cabeza de Kryygi. Y aquí aparece una ayuda providencial para dicha recuperación: la periodista alemana Heidemarie Boehmecke, quién al conocer la historia realiza una intensa búsqueda de la cabeza, que finalmente descubre en el año 2011 en el complejo hospitalario La Charité (La Caridad – aunque suene irónico), en Berlín.
Y allí recomienza el camino, el largo regreso después de 116 años de aquella niña hacia su gente y su tierra natal. "Con la recuperación del cuerpo y del cráneo de Kryygi, dispersos en nombre de una ciencia profanadora, culmina el regreso de nuestra hermana junto a su pueblo", tal lo afirmó la Federación Nativa Aché del Paraguay (Fenap) y la Liga Nativa por la Autonomía, Justicia y Ética (Linaje). Por su parte, Zunilda Kuanchingui, de la comunidad aché resaltó al recibir los restos de Kryygi que su pueblo sentía "tristeza y satisfacción al mismo tiempo. Vamos a llevar su cráneo para unirlo con su cuerpo, en nuestra ancestral tierra de Caazapá", 300 kilómetros al sureste de Asunción.
Para concluir esta nota, reiteramos a Carla Wainsztok:
“Puede decirse que las pedagogías de la dominación vinieron con el conquistador. Pero, también podría decirse, a las pocas horas de esa pedagogía de la dominación, comenzaron las rebeldías en América Latina”.
Y nos queda Damiana, su discurso silencioso, que marcó territorio y desdijo “inocencia”, palabra infamante cuando se trata de identidad. La identidad de esta niña mujer, al decirle al conquistador, mi cuerpo es mío.
Mi cuerpo es mío.